Como en esa imagen lejana de un adiós y su pañuelo en una estación de tren, me valgo del pañuelo como soporte para la ritualización de una despedida. una despedida que marca necesariamente un fin y por ende suele suponer un, no siempre fácil, desprendimiento.
Con el fin de experimentar este final de la manera más sana posible y permitir el paso a un nuevo comienzo, propongo esta ceremonia:

se trata de desaparecer una imagen del pasado utilizando al agua como elemento transportador, mientras se imprime la experiencia de lo vivido.

Sobre un pañuelo de tela se escribe o dibuja con plumones aquello que se quiere despedir. Se puede aplicar a una etapa en la vida o a una persona, a una sensación o un estado que se queda en el tiempo pasado. Una vez plasmada esa existencia en el pañuelo, se comenzará a mojar de a pocos la tela. La imagen se irá disolviendo con el agua dejando solamente manchas de color como vestigio de lo vivido. Entonces se comienza la inscripción nuevamente, repitiendo el proceso las veces que se crea o sienta necesario. Se escribe y moja sucesivamente el pañuelo dejando al igual que en un sudario, manchas que evidencian esa presencia que contuvieron.

Se busca aceptar el paso del tiempo y los cambios que éste implica permitiendo que el agua se lleve la forma del pasado sin caer en un ejercicio de negación.

Sea ésta; una despedida feliz, triste, resignada o furiosa, se celebra la existencia de un pasado reconociendo aquello que llevaremos como parte de quienes somos en el futuro. En este momento se inscribe en el pañuelo lo que reconocemos como huella permanente.

Esta es la contraparte de lo que se deja partir, es lo que permanece. Con medios permanentes, como por ejemplo bordados, aplicaciones o incluso plumones indelebles se celebra lo que se lleva para la vida futura.

Estos pañuelos recolectarán la despedida de una innegable existencia, como los vivos celebran a la muerte. Despidiendo una presencia a la vez que se celebra la huella de su existencia.

4 y 5 de Octubre - CASA, San Agustín Etla.



En una de las terrazas del Centro de las Artes de San Agustín, se realizó el taller con doce participantes y gran éxito.  Gracias a la calidez genuina de las participantes, este taller, como toda primera vez, será inolvidable. 
Ver fotos más abajo.

2 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

En mi nada independiente opinión, creo que está redondo el concepto, porque hermana el arte con la noción espacial del adiós, que es tan trascendente para los seres humanos; a veces es una frontera liberadora, otras un desprendimiento vital, pero que es una inquietante mirada hacia un futuro, que puede ser bueno o malo, pero siempre incierto.

Así la idea de Lupi, en la que los colores se van difuminando en la tela con la acción del agua, de manera análoga a las vivencias en la memoria con la acción del tiempo, tiene la virtud de de ser una representación de un proceso, donde la persona procesa y reprocesa en el pañuelo los colores y las formas con el agua, tal como vamos procesando nuestros recuerdos en la mente, hasta llegar a un punto en donde se hacen estáticos, cuando al fin hemos decidido nuestra posición ante nuestros recuerdos, con la llegada salvadora de la resignación y el olvido. Pero el olvido no es la desaparición de todo recuerdo, es haberlo ubicado en el lugar y la forma justa en la que ya no nos daña ni nos afecta; es allí donde se detiene el proceso, donde el pañuelo al fin alcanza el producto final de la obra.
La obra es entonces no sólo su forma final, es también la forma que va tomando en cada etapa hasta llegar a su destino, y allí también, radica lo original del concepto.
Buena Lupi!!!!